Santiago Medina – Parte III y última

Arreglo Parroquial:

El mayor disgusto de su labor en Fuente Álamo se lo ocasionó el arreglo parroquial. Fue sorprendido con el tema del arreglo parroquial, siendo víctima de las trapacerías humanas, despojándole de inalienables derechos, lo que le puso en el grave aprieto de no poder seguir otorgando sus donativos a los necesitados, lo que se tradujo en preocupaciones que acortaron su vida.

El obispo D. Vicente Alonso Salgado giró su primera Visita Pastoral en febrero de 1903, cuando ya tenía planeada la reforma parroquial. Hasta entonces los límites de nuestra parroquia abarcaban todo el municipio a excepción de Balsapintada.

Según conversación entre el obispo y el párroco, D. Santiago firmaría como propietario de la parroquia para proceder a la creación de las adyutrices que estarían bajo su autoridad y seguiría cobrando sus derechos hasta su muerte, cuando se independizarían. 

Con la nueva reforma se fundaron las cuatro adyutrices de los Almagros y el Escobar, Cuevas de Reyllo, las Palas y la Pinilla; quedando la iglesia matriz de Fuente Álamo con el pueblo y parte de la Media Legua. Cualquiera de sus segregadas tenía mucho más territorio y feligreses.

El 24 de junio de 1904 D. Santiago Medina celebró misa y dejó reservado el Santísimo en la hasta entonces ermita de Cuevas de Reyllo con lo que dio por constituida aquella adyutriz, a continuación, marchó al Escobar para repetir el trámite. Las Palas y la Pinilla se constituyeron más tarde.

Entre otros derechos, se reservó al párroco de San Agustín poder predicar en las funciones principales de sus adyutrices y el de contribuir estas con cera a la fiesta de San Agustín.

Según lo ofrecido por el obispo, todas las semanas el cura de Cuevas de Reyllo remitía una libreta en que constaba el movimiento parroquial para que fuera asentado en los libros de este archivo, más los derechos que correspondían a este párroco. Hasta que un día aquellos envíos cesaron y al manifestar su extrañeza por ese proceder, le contestaron que eran independientes y no tenían que mandar nada.

D. Santiago entonces escribió una respetuosa carta al obispo, pidiéndole verle para saludarlo y hablarle del arreglo parroquial. Este párroco que siempre tuvo las puertas de palacio abiertas de par en par, sin ninguna restricción, cuando llegó a pedir audiencia se le dijo que S.E. no podía recibirlo.

Contaba su coadjutor que cuando aquella tarde llegó de la capital, se dejó caer en el sillón de su despacho y exclamó: ¿Qué concepto tendrá el Sr. Obispo del cura de Fuente Álamo? Enterado al tiempo el obispo del mal causado, envió al presbítero fuentealamero D. Fernando García con el encargo de darle a elegir la parroquia que más le agradara de las vacantes. Pero cuando D. Fernando vio como se encontraba D. Santiago, no le hizo ninguna proposición y se volvió a Murcia para decirle al obispo: Señor, el párroco de Fuente Álamo solo pide ya tierra para descansar.

Muerte:

El 18 de abril de 1910, a los 65 años de edad y tras pocos días de cama, entregó su alma a Dios. Aquellos últimos días los pasó con total lucidez, entre los sollozos de sus feligreses que desfilaban junto al lecho para besar por última vez su mano que tantas veces les bendijo, y contestando a la recitación de la letanía Lauretana. 

Su cadáver fue revestido con los ornamentos propios y portaba entre las manos su cáliz, con el que cerca de cuarenta años ofreció a diario la Sangre de Cristo.

Cuando el periodista D. Nicolás Ortega acudió el día 19 a Palacio a comunicar la muerte de nuestro párroco, fue recibido inmediatamente por el obispo que se mostró profundamente afectado.

Permaneció expuesto y fue velado hasta el día 20, en que fue trasladado a las seis de la mañana a la Iglesia y colocado descubierto, entre infinidad de blandones en el centro del crucero. Acto seguido empezaron a celebrarse misas rezadas hasta las diez de la mañana en que precedido del correspondiente oficio mortuorio tuvo lugar el solemne funeral. 

Asistieron todos los sacerdotes de la villa y pueblos limítrofes, autoridades locales que presidian y vecindario en masa de todo el municipio. Ofició y llevó la capa en el entierro el cura de Espinardo D. Pedro Castañó Ruiz, discípulo del difunto, asistido por el rector de la Pinilla, D. Francisco Frutos y el coadjutor de Corvera, D. José Matas. También asistían entre otros, los curas de Balsapintada, Los Molinos Marfagones, Cuevas de Reyllo, La Aljorra, coadjutor de esta parroquia, del Estrecho y algunos más que no se recuerdan.

La fúnebre comitiva recorrió las principales calles del pueblo, acompañando el clero con Cruz alzada hasta el cementerio donde se entonó el último responso junto a la sepultura.

Cuando días después se abrieron los cajones de la mesa de su despacho, se los encontraron atestados de cartas, unas solicitando auxilios, otras agradeciéndolos, no solo de gente de esta feligresía, también de La Ñora, de Murcia, de Cartagena, de órdenes religiosas…

No pueden formarse idea de lo que este pueblo fue para su párroco y lo que este párroco fue para su pueblo.