D. Santiago Medina – Parte II

Forma de vida:

Don Santiago pasaba las horas enteras en la parroquia, mañana y tarde se le veía postrado ante el Santísimo. Su espíritu de oración y de caridad se escapa a todo comentario.

El poco tiempo que le quedaba libre de asistir a sus feligreses en la parroquia y de sus tareas en el importante archivo parroquial, que compartía con el coadjutor, salía por el pueblo a visitar enfermos y si eran pobres les dejaba un remedio, pero en vez de entregarlo directamente, lo colocaba con disimulo bajo la almohada. Como era conocida esta costumbre, apenas marchaba, los familiares del enfermo buscaban presurosos el donativo sin quedar nunca defraudados.

Su sombra era perenne cobijo de todo enfermo grave, que veía la bondadosa faz del pastor que no abandonaba la cabecera del lecho del dolor, sin acusar jamás cansancio. A su mesa se sentaba igual el pobre que el rico, el feligrés que el forastero y muchos religiosos y religiosas que por aquel entonces venían por estos campos.

Respecto a su vestuario, de diario iba con su esclavina y su gorro y para los días solemnes, como el 28 de agosto, usaba manteo y sombrero de canal. 

Digno de ver era como la tarde de cada 25 de julio, día de su santo, era invadido el patio de la casa parroquial por los feligreses que acudían a felicitarle y desearle larga vida, prueba de lo que se le quería.

Tantos merecimientos no debían quedar sin recompensa, pero nunca consiguieron que la aceptara. Primero el obispo de la Diócesis de Cartagena, D. Tomás Bryan y Livermore y después el gobierno de la nación, a propuesta del ministro de Instrucción Pública, intentaron nombrarlo canónigo de la catedral de Murcia, honor que rechazó aduciendo la razón de no querer separarse de sus feligreses.

El 21 de enero de 1886 se publicó en “La Región de Levante” un artículo a cerca del desagrado con que son acogidos los sermones del Señor cura de este pueblo D. Santiago Medina, por ocuparse de todo menos del Evangelio y la doctrina de Ntro. Señor Jesucristo. 

El 25 del mismo mes tenía réplica en “La Paz de Murcia” donde se indicaba que “hacerse eco de tal opinión, significaba que no conocían a la ilustre persona contra quién iba dirigida. Es digno de alabanza por el tacto, bondad y amabilidad con que predica, sin que ni una sola persona de esta feligresía haya acogido nunca con desagrado las formas empleadas por él para predicar el Evangelio. D. Santiago Medina es persona instruida, delicada y de tan buena educación que le hacen incapaz de cometer los excesos referidos”.

Predicaciones:

Gracias a la prensa de la época hemos sacado una breve relación con algunas de las muchas predicaciones para las que era requerido, baste decir que ocupó en diferentes ocasiones los principales púlpitos de la Diócesis.

Caso aparte era su participación en las solemnidades que se celebraban en el Convento de las Agustinas. A pesar de no ser ya su capellán lo seguían llamando para escuchar sus grandes sermones.

Una lástima que todas sus predicaciones terminaran en el fuego cuando fue arrasado el gran archivo parroquial.

_ En 1874 predicó la solemne función a Santa Lucía, patrona del gremio de sastres, en la iglesia de San Bartolomé de Murcia.

_ El 20 de junio de 1875 predica en el novenario a San Antonio realizado en la iglesia de las religiosas de Santa Verónica de Murcia.

_ El 17 de octubre de 1875 predica la novena al patrón en la iglesia de San Antolín de Murcia.

_ El 16 de junio de 1878 predica a San Antonio de Padua en las Verónicas.

_ El 11 de mayo de 1879 predica en el novenario a San José de las Capuchinas.

_ El 28 de agosto de 1879 predica en la novena a San Agustín del convento de las Agustinas.

_ El 1 de abril de 1882 en la basílica de la Caridad de Cartagena pronunció un elocuente discurso, del cual hacen elogios los periódicos de aquella ciudad.

_ El 1 de marzo de 1885 predicó el último día del novenario al Cristo de la Humildad en las Agustinas.

_ El 18 de mayo de 1885 predica en la iglesia de San Juan Bautista de Murcia el solemne triduo a la Santísima Trinidad. Hizo un sermón tan profundo y al mismo tiempo tan al alcance de todas las inteligencias que fue realmente una obra maestra, sin aparatos de oratoria, sin frases de relumbrón. Sermón tan filosófico como poético y tan lógico como piadoso. Es que el Sr. Medina es un joven que sabe.

_ El 5 de mayo de 1885 se celebra solemne octavario dedicado al Sacramento del altar en las Madres Agustinas, predicando D. Santiago.

_ El 24 de abril de 1887 predica en la función solemne al beato Juan de Rivera en la iglesia de las Agustinas de Murcia.

_ El 2 de septiembre de 1887 predica en la función al titular de la iglesia de San Antolín de Murcia.

_ El 21 de junio de 1889 termina el octavario del Santísimo Sacramento en las Agustinas, predicando D. Santiago Medina.

Otros retazos de su vida:

El 3 de julio de 1890 se celebraron las honras fúnebres del general Cassola, el que fuera diputado en las Cortes por Cartagena y ministro de guerra, en nuestra parroquia. El celoso párroco D. Santiago Medina arregló severamente la iglesia con colgaduras negras sobre el túmulo levantado se colocó la magnífica corona de cruz que la familia del finado mandó para este acto. Concluida la función los amigos del general se dirigieron al Sr. Cura para abonarle los gastos del funeral, pero D. Santiago renunció generosamente sus derechos.

En 1892 el cura párroco D. Santiago Medina, como presidente de la Junta de Socorros de dicha villa para las inundaciones de Consuegra y Almería, ha ingresado en el Banco de España la cantidad de 298 pesetas, recogidas del pueblo y media legua y las pedanías de la Pinilla, Cuevas de Reyllo y Balsapintada.

En 1898 se puso en marcha la Suscripción Nacional, una campaña para sufragar los gastos de la guerra de Cuba. D. Santiago mandó suyo y de los feligreses al obispo de la Diócesis, que ascendía a 533 pesetas con 50 céntimos.

El 16 de septiembre de 1902 celebró en la iglesia de San Agustín solemnes honras fúnebres por el eterno descanso del Excmo. Sr. D. Tomás Bryan y Livermore, obispo de la Diócesis. Asistieron a D. Santiago los diáconos D. José María de Lara y D. José Ballester. En el crucero se alzaba enlutado túmulo con las insignias episcopales. Después de la Vigilia, cantada con acompañamiento de órgano ha seguido la misa de Requiem, terminando con responso; todo cantado.