«Hoy, los expertos en catequesis de todo el mundo apuestan por una catequesis espiritual. Antes del Concilio Vaticano II lo normal era la pura enseñanza del Catecismo; esto ya no basta. Hay que recuperar la catequesis como una iniciación a la vida cristiana. No se trata simplemente de aprender la fe, sino de aprender a vivir la fe», explica Manuel Bru, responsable de la Delegación de Catequesis de Madrid, que en la renovación de la catequesis en la diócesis está apostando por un método que utilizan ya numerosas parroquias: el Oratorio de Niños Pequeños.
«El Oratorio responde muy bien al desafío que hoy se plantea la catequesis, porque cuadra muy bien con esta transmisión de la fe no solo como conocimiento, sino como experiencia de Dios», prosige Bru.
El artífice del Oratorio de Niños Pequeños es el padre Gonzalo Carbó, quien inició hace treinta años en Valencia unas celebraciones en una parroquia rural, a las que los niños llamaban la reunión con Jesús. «No ha sido una idea o un proyecto pastoral preelaborado… Ha sido un acontecimiento impensado, en parte como repuesta a nuestra inquietud pastoral sobre si los niños son capaces de contemplación, pero sobre todo respuesta a la sed de los niños y a las urgencias postconciliares de la nueva evangelización».
Aquellas reuniones que empezaron con un grupo de doce niños fueron creciendo como un itinerario de encuentros de los niños con Jesús en sus múltiples presencias: la Palabra, la comunidad, la oración, el propio corazón, el sagrario, el sacerdote, el prójimo, la familia, la Iglesia, los sacramentos… Gracias a estas presencias el niño se va adentrando en la oración, en la liturgia, en el Evangelio, en la paternidad de Dios, en la compañía de María…
Cada reunión se desarrolla durante una hora en un sencillo esquema con tres momentos sucesivos: la oración del corazón, «que abre a la intimidad con Jesús»; la oración con la Palabra, que es comentada por los niños y «que recorre toda la persona del niño abriéndole al amor de Jesús y prolongándose en su vida cotidiana»; y las oraciones en común de bendición, de acción de gracias o de súplica. En definitiva, un recorrido que «nos enseña a los adultos la pedagogía del amor y de la bendición, la única que les llega», explica Carbó.
El proceso del Oratorio se abre entre los 3 y los 5 años, y continúa hasta los 12, en reuniones con contenidos espirituales definidos y concatenados. Además, puede vivirse tanto en la parroquia como en el colegio. «lo que es una oportunidad única de evangelización de los alejados», asegura su iniciador.
Fuente: Alfa y Omega