El antiguo órgano de tubos de esta iglesia.

Esta parroquia tuvo un órgano de tubos a finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX.

Desde hace más de 10 siglos, los órganos de tubos han estado al servicio de la música en las iglesias. Dice el Concilio Vaticano II de ellos: “Téngase en gran estima en la iglesia latina el órgano de tubos como un instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede añadir un esplendor admirable a las ceremonias de la iglesia, levantando poderosamente las almas hacia Dios”.

Cuando D. Jerónimo a principios de noviembre de este año pasado le dijo a D. Frédéric que quería un órgano de tubos para la iglesia de San Agustín, una de las condiciones que puso este maestro organero fue que esta iglesia hubiera tenido un órgano anteriormente, como es el caso.

Por desgracia es difícil reconstruir la historia de aquel órgano, son muy pocas las noticias que tenemos de él. Solo nos quedan las crónicas de D. Ricardo Ortega, notas de prensa de la época y recuerdos de nuestros antepasados que pudieron disfrutar de su sonido. Pero empecemos por el principio.

En el último tercio del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX el paludismo, causado por el estancamiento de las aguas de la rambla, asoló la población. Quedando el centro de la Villa reducido a escombros y la iglesia abandonada durante bastantes años.

En 1882 es trasladado desde la Ñora a Fuente Álamo el cura D. Santiago Medina. Un amante  de realizar los cultos con todo boato y celebrar las solemnidades al “estilo catedralicio”. Cuando D. Santiago llegó a Fuente Álamo se encontró con una iglesia en muy pobres condiciones. Pero durante los 27 años que dirigió esta parroquia, hasta su muerte, la transformó en todos los sentidos.  Restauró imágenes y retablos, reedificó las capillas del Nazareno y la Dolorosa, realizó el camarín del patrón San Agustín, enriqueció el ajuar de los cultos e instaló un órgano de tubos.

Es muy probable, aunque por falta de tiempo no tengamos la certeza absoluta, que aquel órgano estuvo inicialmente en el Monasterio de los Jerónimos de la Ñora. Con la desamortización de Mendizábal en 1835, este órgano y el resto de bienes del Monasterio, se dispersaron. Pachi me comentó que él había oído que el órgano vino del Monasterio de Los Jerónimos y esta información me fue corroborada por personas de avanzada edad. Empecé a buscar datos, pero todos terminaban diciendo que tras la desamortización, el órgano de la iglesia de San Pedro de los Jerónimos construido en 1763 y con dos teclados, había ido a parar, curiosamente, a la iglesia de San Agustín de Murcia, hoy parroquia de San Andrés.

Seguí buscando, hasta dar con la existencia de un segundo órgano en los Jerónimos. Un órgano más antiguo, encargado en 1703, que había sido sustituido por el anteriormente mencionado. Este primitivo órgano algo más pequeño y de un teclado sería el que probablemente fue a la iglesia de la Ñora. Y desde allí lo traería posteriormente a Fuente Álamo el cura D. Santiago.

Según la descripción era un típico órgano ibérico de medianas dimensiones, pero sin la lengüetería de la fachada tan característica de los órganos ibéricos. Y aunque ya no era el órgano titular, en 1769 se decía de el: “Se ha compuesto, limpiado y afinado el órgano pequeño, forrando los tres fuelles de mano y poniendo algunos caños que faltaban”.

D. Santiago encargaría su adaptación al coro de esta iglesia a D. Leonardo Agüera y a su hijo José Agüera. Una ilustre familia de organeros murcianos, a los que conocía bien por la cantidad de veces que este cura era reclamado para predicar en otras iglesias de la Diócesis.

D. Leonardo había fabricado los órganos de varias iglesias murcianas, como Cabezo de Torres, Alhama, Ulea, las Huertas en Lorca, Corvera, Villanueva… Reformó órganos de Orihuela, Cuenca, Almería y mantuvo el órgano de la catedral de Murcia durante más de 40 años. Y ya con su hijo, realizaron el órgano de la iglesia del Carmen de Cartagena y los de San Bartolomé y San Antolín de Murcia. Todos ellos destruidos también en la Guerra Civil.

El órgano quedó instalado en el coro de esta iglesia en 1891. Y en la crónica de las vísperas y del día de San Agustín de ese año en el “Diario de Murcia” se pudo leer: “Los que veneramos la religión del crucificado, admiramos siempre los actos que como el de ayer, llenan las aspiraciones de las almas cristianas. Así resultó el dedicado a nuestro santo en su festividad. Nuestro amantísimo párroco D. Santiago Medina cuyo celo y claro juicio son alto conocidos, especialmente por los que tenemos la honra de estar bajo su cuidado, ha procurado por todos los medios que la función religiosa supere a las exigencias que puede tener un pueblo. Al efecto mandó venir de la capital a los conocidos artistas, Soler, Mendoza, Medina, Camilo, Torrano y Pérez, que con la maestría y gusto que les es particular, nos dejaron oír el día 27 las magníficas vísperas del compositor Indalecio Soriano, que por primera vez con este aparato se han celebrado. El 28 tuvimos el gusto de oírles la grandiosa misa del conocido maestro de capilla de la catedral D. Mariano García, cuyas dulces melodías parecían transportarnos a las regiones celestiales”.

A partir de 1891 se empezó a utilizar el órgano en los cultos y solemnidades. El organista era D. Jose Ramón Sevilla Moreno, que también fue secretario del juzgado y Hermano Mayor de la Cofradía del Rosario.

Contaba D. Cristóbal Muñoz que a la hora de tocar el órgano D. Jose Ramón, siempre subían con él algunos jóvenes para mover manualmente el fuelle que metía el aire a los tubos. También comentaba Dña. Faustina Sánchez, antigua camarera de la Virgen del Rosario, que aquel órgano tenía un sonido muy fino, que emocionaba a quien lo escuchaba.

En 1926 el órgano precisaba una restauración y se organizó una velada en el Teatro Guerrero a beneficio de su arreglo. Se representó una tragicomedia llamada “Amor y Sacrificio” y un sainete cómico titulado “La aventura de Tolín”. Las dos obras escritas por D. Ricardo Ortega expresamente para ese cometido.

También se hizo una colecta popular en la que cada uno colaboró en la medida de sus posibilidades. Las propinas más cuantiosas correspondieron a algunos nobles y a los propietarios de las aguas que manaban en la rambla, a escasos metros de aquí. El señor José Maestre, que fue diputado, senador, ministro y gobernador del Banco de España dio 100 pesetas, el Conde de Herédia-Spinola 150 pesetas, D. Adolfo Ceño (dueño de la finca Casa Grande) 500 pesetas y el Marques de Dos Aguas dio 75 pesetas.

De esta restauración se encargó de nuevo D. José Agüera. Además de afinar toda la trompetería y sustituir por otros nuevos varios registros, transformó el fuelle invirtiendo en ello unos dos meses. Y por fin el órgano se reestrenó la noche del 24 de diciembre de 1926 en la “Misa del Gallo”.

Una vez restaurado, se siguió tocando y disfrutando, como en 1930 que tuvieron lugar solemnes cultos para celebrar el decimoquinto centenario de la muerte de San Agustín. Actuando en la función principal el coro de Alhama compuesto por 4 voces y el organista D. Manuel Hernández.

Poco a poco el clima político en el país se fue enrareciendo y en la madrugada del 26 de julio de 1936 esta iglesia fue totalmente saqueada, perdiéndose gran parte del legado de D. Santiago Medina. 17 imágenes (entre ellas las de los patrones San Agustín y la Virgen del Rosario), los retablos, el tabernáculo del altar mayor, ornamentos, tronos y el archivo parroquial acabaron quemados en la rambla. Ese archivo parroquial que tan útil nos hubiera sido para este cometido.

El órgano no corrió mejor suerte, fue arrancado y arrojado desde el coro provocando un socavón en el suelo de la nave central. Al día siguiente algunos corrían por las calles soplando los tubos. Alguien se encargó de recoger los tubos y hacerlos bolas de estaño para su venta. Pero cuando terminó la guerra, aquellas bolas estaban en la sala de armas del cuartel de la Guardia Civil, de donde se les perdió la pista definitivamente.

Aquel órgano fue silenciado, pero gracias a Dios, no para siempre.

Quiero terminar dando las gracias a nuestro párroco D. Jerónimo por su ilusión y compromiso con este emotivo proyecto. Por los que ya no están, por nosotros y por los que vendrán, gracias, porque otra vez volverá a sonar en la iglesia de San Agustín este “alma de viento”.

Juan Morales